Criticas


Coja un tema sobreexplotado, añádale una idea original y mézclela con un buen guión. A continuación aderécela con una de las mejores interpretaciones de George Clooney y por ultimo remuévalo todo con la mágica varita del director Alexander Payne. Como resultado obtendrá “Los Descendientes”, y claro está, posiblemente una de las mejores películas del año.
Los descendientes es simplemente una película bien hecha, no hay nada que reprocharle. Un acertado montaje, una música bien elegida… Pero más allá, lo que “Los descendientes “ trasmite, es puro sentimiento.
Esta película nos da una verdadera lección de moralidad. Evitando caer en la tipificación o formalismo, nos cuenta , de una forma realista o más bien suprarrealista, la historia de un hombre que realmente está jodido (y utilizo esta expresión porque es la realidad). El argumento va de un hombre , el cual vivía para su trabajo , que se encuentra con su mujer en coma a punto de morir. Debe aprender, además, a tratar con sus dos hijas, todo ello mientras se entera de que su mujer le era infiel y a la vez que debe contar la noticia de la inminente muerte a todos los familiares y amigos. Como veis, un panorama dantesco a la altura de cualquier culebrón. Y ahí está la magnificencia de Payne, que con un argumento culebronero consigue hacer un drama-comedia , y encima ambientada en Hawái.
El personaje que interpreta George Clooney es un claro ejemplo de autocontrol, paciencia, amor y fidelidad. Fidelidad, esa es la palabra. Una fidelidad que trasciende a las personas y que continua tras la traición y , seguramente, tras la muerte. Sin duda, clara favorita a los Oscar.
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Cuando decides ver una de esas películas clásicas, de las que has oído hablar y de las que sabes que ocupan un lugar importante en la historia del cine, de alguna forma partes con unas expectativas muy altas, tan altas que en algunas ocasiones no se cumplen. Suerte que este no es el caso de Matar a un ruiseñor.
Dejando a un lado su deslumbrante fotografía, su conmovedora banda sonora, su increíble guión y la mágica dirección de Robert Mulligan, además de la fantástica interpretación que hacen los protagonistas,  Matar a un ruiseñor me ha sorprendido por la cantidad de valores que es capaz de trasmitir. Valores representados en su mayoría en la figura y en los actos de Atticus Finch (Gregory Peck) , un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Estos valores tan complejos son explicados, o más bien puestos en práctica, de una forma tan sencilla que me asombra. Son vistos desde los ojos de los dos hijos de Atticus, de forma que hasta un niño los puede entenderlos. Además, los ojos de estos niños no sólo  dan cuenta  de estos valores. Son testigos además de una época social muy convulsa de la América de la Gran Depresión, donde negros y blancos pertenecían a dos mundos distintos. Realidad que la película es capaz de representar de una forma magistral.
En conclusión, de lo único que me arrepiento es de no haber visto antes esta obra maestra que,  sin lugar a dudas, forma parte de esa lista de películas que todo el mundo debería ver, al menos una vez en la vida.





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                                                                                                                                                                   Había una vez un mundo donde el género de películas sobre coches parecía sobreexplotado. Entonces llego Drive.
Drive es la fiel reproducción de la Miami vice de los 80 combinada con el increíble trabajo de Nicolas Winding Refn. Unos encuadres perfectos, la acertada mezcla entre ultraviolencia y ultraromanticismo, una perfecta sincronía entre la banda sonora y la imagen y unos diálogos poco fílmicos, pero muy reales, hacen de drive, la película de acción más realista de los últimos años.
Al protagonista no lo acabamos de entender, precisamente por el hecho de que es real,  “real hero” lo llaman por ahí, un hombre que es capaz de pegar a una mujer o aplastar la cara de un hombre con el fin de proteger a su chica. Pero tengo dos pequeñas objeciones ante esta GRAN película.
La primera es que cuando fui a verla, tenía unas expectativas demasiado altas, todos los medios hablan de Drive y yo me esperaba la película del siglo. Y no lo es, pero eso no quita que sea una buena película.
La segunda es el carácter pseudocomercial de la película, me explico: El espectador va a ver una película que se espera del estilo de “transporter” o” furia ciega”, y se encuentra con el proyecto de Refn. Obviamente este tiene más calidad que las típicas películas de acción, pero ¿Creéis que el público sabrá apreciar esos acertados planos silenciosos e inmóviles de 40 segundos de duración?  Yo creo que no,  pero esto no quiere decir que sea una mala película, al contrario, Refn arriesgó y la jugada le salió perfecta.


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Poco queda ya del Adam Samler de Saturday Night Live, y es que Jack y Jill es la culminación de una carrera cada vez más basada en un humor absurdo, estúpido y  poco inteligente.  Ya el argumento de la película nos deja algunas pistas de lo que nos vamos a encontrar, un hombre de éxito con una familia maravillosa recibe la inesperada visita de su odiosa hermana que pone su vida patas arriba (… mmm  que original ¿no?).  Pero no queda ahí, Adam Samler, en un destello de genialidad, decide caracterizar no solo a Jack, sino también a su gemela Jill.
Este tipo de películas “familiares” no suelen deslumbrar con sus guiones, pero es que en esta ocasión brilla por su ausencia. Los diálogos parecen escritos por un niño de cinco años, donde las risas pretenden ser arrancadas con pedos, golpes y caídas exageradas. Quizás consciente de ello, Adam haya  reunido a un buen número de estrellas con su particular cameo por la película. Encontramos a un Johnny Depp  que poco aporta con su aparición, a un Santiago Segura sobrante , encasillado en el papel de Torrente ( pese a sus esfuerzos por impedirlo), y tristemente a Al Pacino. Muy mal tienen que estar las cosas para que un actor de la talla de este hombre decida actuar en una película como esta. Aun así, la calidad se hace notar, y Al Pacino es el único que consigue dibujarnos una pequeña sonrisa.
En resumen, esta película es perfecta si quieres terminar de odiar a Adam Samler y de perder toda esperanza en las comedias familiares de hoy en día.





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Al igual que los papeles de Denzel Washington, las películas de Tony Scott están perdiendo calidad con los años, pero al fin y al cabo, una película de Tony Scott es una película de Tony Scott. Imparable te ofrece acción, adrenalina y entretenimiento, pero nada más.
Guiones típicos de películas catastróficas, personajes planos con los que no acabas de conectar, baratas secuencias que pretenden provocar algo de emoción... Parece que la película la hayan realizado corriendo.
Aun así, es cierto que la película goza de buenos momentos de tensión. Y quizás,  pese a tener una base común a tantas otras películas, unos personajes planos que aparentan profundidad, y un argumento muy muy simple, es algo distinta a la típica producción de Hollywood.
Es una película en la que no hay un malo malísimo al que podamos culpar (aparte del tipiquísimo jefazo rico), ni un ultra sacrificio heroico del protagonista veterano para salvar al joven con fututo del que se ha hecho amigo. Y por otra parte esta la utilización del tren como medio de transporte, lo cual no es muy típico en las películas catastróficas.
Aun así no me gustaron mucho los momentos clímax de las secuencias principales, no encuentro mucha tensión al final, te preguntas si la película ya se ha acabado o no.
Por lo tanto, Imparable es la suma de un Denzel Washington, encasillado a un papel similar a Pelham 123, y un tren lleno de explosivos, que tiene como resultado final, un Speed sobre raíles.











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Simplemente magnífica. Una película sobre la libertad, la felicidad y sobre las experiencias vitales que nutren nuestro ser y enriquecen nuestro espíritu. 
Sean Penn relata de forma magnífica la historia de Christopher McCandless y su viaje por norteamérica hasta la salvaje Alaska. Apología de las road movie vitales, Into the wild nos consigue poner en la piel de Alexander Supertramp, y no solo esto, consigue hacernos sentir lo que él siente, experimentar lo que experimenta y de alguna forma, al menos en mi caso, desear lo que él desea.
Pero no solo la historia es buena, de no ser por el bien planeado montaje, la acertada interpretación de Hal Holbrook y su increíble banda sonora, la película no sería ni la mitad de lo que es hoy día. Todo esto, unido al grandioso trabajo de Eric Gautier como director de fotografía, constituye una película asombrosamente bella.







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No culpo a Andrew Niccol, la idea de la película es muy original, pero se queda en eso, en una idea, todo lo demás falla estrepitosamente.
Empezando por un guión muy frágil, seguido de unos personajes que se mueven por una trama que no puede sostenerse por sí sola, y que para avanzar precisa de típicos clichés que no pegan ni con cola : la venganza de un ser querido muerto, el chico pobre que se hace rico, el padre justiciero asesinado...
Me da la impresión de que Andrew Niccol pretendía hacer una película de crítica social, y así parece en sus primeros 30 minutos, a partir de aquí la película se transforma en una mezcla entre James Bond y un Robin Hood moderno, pasando por una especia de Bonnie & Clyde futurista.
Quizás la culpa de su fracaso la tenga la elección de Justin Timberlake como protagonista. Parece que este chico no acaba de encajar en el cine y este buscando un género que le pegue, desde luego este no mucho.
En conclusión, decir que esta podría haber sido una de esas grandes películas, pero que un trabajo mal realizado, o mas bien, una serie de elecciones mal acertadas, han convertido a este largometraje en la típica película de acción Hollywoodiense que se queda en entretenida.








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Brad Bird deja las películas de animación y prueba suerte en el mundo real en una saga del renombre de Misión Imposible.  Con un ya maduro Tom Cruis como productor y protagonista , ambos sabían que para hacer revivir este  esta saga deberían hacer frente a un ambicioso proyecto. Cuenta de ello han dado los 140 millones que ha costado la película.
Quizá este presupuesto ha  ayudado a lograr sus espectaculares efectos especiales , rodados en lugares tan variopintos como Dubai, Praga o Mumbai. Y es que Tom sabía que eso es lo que buscaba el público en su película, explosiones, deportivos y mucha acción.
Pero tampoco hay que obviar el argumento, que en comparación con la primera película gana profundidad y dinamismo. Al igual que el argumento , el personaje de Ethan Hunt también evoluciona. Del simple hombre de acción plano como una baldosa, en esta película adquiere un pasado, unos motivos y unas intenciones, transformándose en un personaje más complejo.
Para lograr todo esto,  no bastaba con la excelente actuación de Tom Cruis, se tenía que rodear de los mejores. El reparto brilla por sí solo, recordemos a Jeremy Renner uno de los actores mas solicitados del momento, una Paula Patton que se supera a sí mismo y  un Simon Pegg que introduce en la película un acertado contrapunto cómico.
Lo que parecía Misión imposible era que la saga pudiera resurgir de sus cenizas, y como en todas las misiones de Ethan Hunt lo ha logrado con éxito, e incluso, más, convirtiéndose en la mejor película de toda la saga.










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Andrei Konchalovsky se reinventa en un género al que no está muy acostumbrado, y eso se nota. Quizá con la escusa del 3D ha aprovechado para sacar su particular adaptación del famoso ballet de Tchaikovski, el cascanueces, un clásico navideño para los más pequeños. Sin duda, si quieres ver una película en la que sobre nieve y adornos navideños no debes dejar de ver este largometraje. A parte de eso, lo que sí se puede ver en la película es una mutación de la idea original, y la inclusión de ese modernismo futurista que hoy esta tan de moda. Motos con ametralladora, trajes voladores o peculiares aeronaves son un ejemplo de dicha tergiversación. Eso sí,  todo bajo una gruesa capa de unos muy logrados efectos visuales. Efectos que quedan ensombrecidos por la sobreactuación de la protagonista (Elle fannig), unos ridículos momentos musicales y el intento de hacer humor donde no lo hay.
Este humilde espectador considera que si usted o sus hijos quieren ver una película infantil, divertida y fiel al ballet de Tchaikovski, no tendrían que elegir esta burda farsa, y deberían decantarse por “El Príncipe Cascanueces” de Paul Schibli (1990).
Pero PELIGRO. Al releer estas líneas me doy cuenta de que me acerco más a una crítica convencional que a la opinión sincera que os prometía en este blog. Como me confesó el director en una entrevista, su objetivo era nada más y nada menos el de hacer una película familiar y navideña. La verdad es que, dejando aparte todos los aspectos antes criticados, sí,  ha cumplido su objetivo. Quizás no sea una película digna de un oscar, pero puede que para algunos si tenga la capacidad de entretener y hacer soñar, y al fin y al cabo, para esto está el cine ¿no?

Lo mejor: La armoniosa melodía del ballet de Tchaikovski y los efectos visuales.
Lo peor: La actuación de los protagonistas y lo tergiversación de la idea original.

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