domingo, 5 de febrero de 2012

Matar a un ruiseñor


Cuando decides ver una de esas películas clásicas, de las que has oído hablar y de las que sabes que ocupan un lugar importante en la historia del cine, de alguna forma partes con unas expectativas muy altas, tan altas que en algunas ocasiones no se cumplen. Suerte que este no es el caso de Matar a un ruiseñor.
Dejando a un lado su deslumbrante fotografía, su conmovedora banda sonora, su increíble guión y la mágica dirección de Robert Mulligan, además de la fantástica interpretación que hacen los protagonistas,  Matar a un ruiseñor me ha sorprendido por la cantidad de valores que es capaz de trasmitir. Valores representados en su mayoría en la figura y en los actos de Atticus Finch (Gregory Peck) , un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Estos valores tan complejos son explicados, o más bien puestos en práctica, de una forma tan sencilla que me asombra. Son vistos desde los ojos de los dos hijos de Atticus, de forma que hasta un niño los puede entenderlos. Además, los ojos de estos niños no sólo  dan cuenta  de estos valores. Son testigos además de una época social muy convulsa de la América de la Gran Depresión, donde negros y blancos pertenecían a dos mundos distintos. Realidad que la película es capaz de representar de una forma magistral.
En conclusión, de lo único que me arrepiento es de no haber visto antes esta obra maestra que,  sin lugar a dudas, forma parte de esa lista de películas que todo el mundo debería ver, al menos una vez en la vida.

2 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo. Una de mis películas americanas preferidas. Un gran ejercicio de estilo de un inspiradísimo Mulligan.

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  2. A mi me parece que, desde los títulos del inicio de la película hasta la última escena, es una obra de arte. Tiene la capacidad de emocionarte sin llegar al recurso de la lágrima fácil. Destacaría la escena del final del juicio, cuando todos los negros se ponen en pie en los palcos superiores (manifestación de la segregación racial de la época, por otra parte) mientras Finch abandona la sala. Como curiosidad, el debut del gran Robert Duvall en el cine, interpretando el papel de Boo Radley; lo cual conecta asimismo con ese plano magistral en que éste aparece de las sombras tras la puerta del dormitorio donde descansa Jem Finch.Desde dos historias casi paralelas, Robert Mulligan como director y antes Harper Lee como escritor de la novela, tratan de desterrar tanto los injustos prejuicios raciales que dominaron en los Estados Unidos hasta hace bien poco; como el miedo a lo raro, a lo extraño y a lo desconocido, encarnado en el papel del siniestro vecino que resulta estar más cerca de lo que pueda parecer.

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